Una nueva etapa
La pérdida de alguien querido nos deja, siempre, marcados de uno u otro modo. El pasado día 5 de abril nos dejaba mi padre, tras algo más de un año aquejado por varios males. El viejo adagio dice que "sufren más los que se quedan que quien se va", y creo que tiene toda la razón. Sobre todo cuando uno no tiene tiempo ni oportunidad para despedirse.
En mi caso particular, sin embargo, las cosas pueden haber sido radicalmente distintas... todo parecía preparado, casi al milímetro, para que ambos quedásemos en paz. Quizá pueda parecer un tanto críptico al lector; no se lo censuro. Pero, en lo más íntimo, una "voz" parece confirmármelo así.
Ahora, como ya he comentado alguna vez en distintos medios y lugares, toca volver a empezar; y uno, francamente, tiene la impresión de que todo, absolutamente todo, está "atado", y bien "atado".
La pérdida se ha convertido en mucho más que eso. De algún modo, ha marcado en mi vida un antes y un después, un final y un nuevo principio, una nueva puerta cerrada... y mil nuevas puertas abriéndose majestuosamente por delante mío de par en par.
No le tengo miedo a la vida; por el contrario, y si tuviese que temer a algo, sería a no haber vivido.
En 2010 decidí tomar mi camino. Escribir, buscar, investigar. Al precio que fuese, pues es lo que, después de haberlo perdido casi todo gracias a la crisis -hábilmente diseñada- de 2008, quería hacer. No obstante, y para aquellos que puedan pensar que quien esto escribe no ha sido más que un oportunista, he de decir que en 2004 ya publiqué mi primera novela. No es, por tanto, una huida a la desesperada. En cuanto al misterio, y para redondear, llevo siguiéndolo con vivo interés desde bastante antes de cumplir los quince años... nací en 1964, así que es fácil echar cuentas.
Pero a lo que iba.
2010 supuso para mí una ruptura. Una valiente ruptura. Supuso plantar cara al miedo a vivir, al miedo a dedicarme a lo que realmente quería hacer desde hacía ya tantos años y que, por desgracia, no me atreví a materializar dominado por muchos otros miedos. El miedo a perder determinada posición, determinado estatus social que sólo te proporciona una nómina, el miedo a hacer algo completamente diferente de lo que hace la gran masa.
Hoy, seis años después, y tras la pérdida que ha supuesto la muerte de mi padre, me doy cuenta de que hice una buena elección. Me reafirmo en lo que hice, y me reafirmo en mi decisión. Y necesito hacerlo ahora más que nunca.
Los que me conocen saben que uno no se hace millonario escribiendo en España. Pero tampoco busco eso... sin embargo, la auténtica paz, la auténtica libertad que proporciona el hacer lo que sinceramente deseas es, sencillamente, algo impagable.
Al mirar atrás, aunque hasta ahora no he había dado demasiada cuenta, observo cambios. Cambios, como suele decirse, "para bien". Muy lentos y, en ocasiones, también muy penosos, pero cambios positivos al fin y al cabo.
Tengo que agradecer muchas cosas a la vida y a las circunstancias que deciden nuestra experiencia de aprendizaje.
En lo personal, por supuesto: los "míos", mi madre, mi familia, mis hijos y mis pocos -pero auténticos- amigos, que siempre han estado ahí. Y, por supuesto, mi esposa, una compañera como pocas -muy, muy pocas- se pueden encontrar . Soy afortunado. Otros, también tengo que decirlo para no faltar a la verdad, "desaparecieron" cuando la cosa se puso fea. También les doy las gracias, porque me han enseñado una valiosa lección de vida.
En lo laboral -pues este es mi trabajo desde ese mencionado año 2010- también debo estar agradecido. Paulatinamente he ido conociendo a otras personas, a otros compañeros, también escritores, investigadores o ambas cosas. Pero cuando uno se adentra un poco en este "mundillo", y empieza a ver los "detalles" un poco más cerca, se da cuenta de que, lamentablemente, sucede como en todos los órdenes de la vida: sí, somos "humanos", pero no necesariamente "humanitarios" con los demás. Lobos disfrazados de inofensivos corderos.
Sin embargo también hay personas -pocas, pero las hay- que se dedican a estos menesteres con grandes dosis de seriedad y profesionalidad. Es el caso, por ejemplo, del reconocido escritor, investigador y experimentado viajero Miguel G. Aracil, con el cual he tenido la suerte de cruzar mi camino.
Él mismo se auto califica como un "borde" sin demasiado remedio; su blog, "El Borde de la Frontera", así lo atestigua. Sin embargo, Miguel esconde un gran corazón detrás de esa férrea coraza, y a mí me lo ha demostrado reiteradamente. Uno, con el transcurso de los años, aprende a apreciar las cosas claras, antes que las medias tintas. Siempre tiene un consejo a mano, un comentario, un saludo, o simplemente unas palabras de ánimo. Me ha tratado, me atrevería a decir, "de igual a igual", a pesar de que él es ya un reconocido escritor y "perro viejo" -en el buen sentido- en esto del misterio.
A él tengo que agradecerle muchas cosas en lo laboral, pero una de ellas ha sido especialmente enriquecedora. Me ha enseñado a apreciar los misterios de Catalunya, y a mirar con unos ojos muy diferentes de como lo había hecho hasta ahora los enigmas de las tierras catalanas. Nuestra tierra es un territorio extraordinariamente rico en este sentido.
Pero Miguel -me consta- no se ha "endiosado" en un imaginario pedestal. Ha sido accesible; al menos, a todo aquel que se ha cruzado en su camino de manera seria y honesta. Y eso, en mi humilde opinión, es algo que muy pocos pueden decir, y que marca la gran diferenica.
Ahora, por supuesto, empiezo a ver el misterio con otros ojos... para bien. Y espero que así continúe siéndolo durante muchos, muchos años.